Zamora

Zamora

LA CIUDAD

Ciudad de interior, pequeña y cuidada, bella, cercana y, sí, desconocida: Zamora sorprende. Abrazada a un río, el Duero omnipresente y protagonista de versos que resuenan confundidos con el rumor del agua en los oídos de quien se acerca a su orilla, es una ciudad para todas las edades que invita a vivirla y a disfrutar de su belleza tranquila y de los ecos de su esplendor medieval.

Ciudad del Romancero, ‘la bien cercada’, y ciudad del Románico: su centro histórico y los barrios que constituyeron su arrabal medieval acogen, junto a la magnífica catedral y al castillo, la mayor concentración urbana de edificaciones de estilo románico que podemos hallar en la península con más de veinte templos, su puente de piedra, los recintos amurallados y varios palacios y casas.

Famosa es también la Semana Santa zamorana, declarada de Interés Turístico Internacional. Está documentada ya en el siglo XIII y sigue guardando la esencia del origen en sus procesiones: austeridad, oración y silencio. Es uno de los acontecimientos más importantes del calendario festivo de la ciudad.

En la Zamora de hoy, los vestigios de su esplendor medieval conviven con la elegante arquitectura modernista de algunos edificios y con interesantes muestras de arquitectura contemporánea ofreciendo al visitante, sobre la realidad viva de sus piedras, fiel testimonio del paso del tiempo y de la mudanza de las modas y costumbres.

Seductora, Zamora convida a pasear plácidamente por sus calles, a asomarse al río o a acercarse a escucharlo, a mirar y a asombrarse con la historia y las leyendas de la ciudad del Romancero, a entrar en sus numerosos templos y a recogerse ante sus viejas piedras para dejar volar el espíritu. Y cómo no, a caer en la tentación y buscar los placeres del paladar en la sugerente oferta de aromas y sabores locales.

Famosa es también la Semana Santa zamorana, declarada de Interés Turístico Internacional y Bien de Interés Cultural (BIC).

www.turismo-zamora.com

IMPRESCINDIBLE

Elevándose junto a la muralla, contigua a los restos del Castillo, la catedral de Zamora es una excelente muestra del arte románico cuyo emblema es su original cimborrio, cubierto de escamas. Es uno de los llamados ‘Cimborrios del Duero’, curiosas cúpulas ‘gallonadas’ que para algunos denotan una influencia bizantina y, para otros, francesa y lombarda.

Junto a la seo, el Castillo de la ciudad y sus jardines bordeados de almenas, mirador privilegiado sobre el Duero y galería al aire libre para la obra del artista zamorano Baltasar Lobo, uno de los más importantes escultores europeos del siglo XX, cuyo Museo encontramos en la Casa de los Gigantes, junto al acceso a los jardines.

Una visita al pequeño Museo Catedralicio nos descubrirá una magnífica e imponente colección de tapices flamencos de los siglos XV al XVII llegados a Zamora por donación del Conde de Alba y Aliste en 1608. En los alrededores, lugares señalados por la historia como el Portillo de la Traición (o de la Lealtad, según se mire) o el palacio de Arias Gonzalo, conocido como casa del Cid, junto al arco del Obispo, y también edificios que son muestra de la nueva arquitectura como la sede del Consejo Consultivo de Castilla y León, en la misma plaza de la Catedral, obra del arquitecto vallisoletano Alberto Campo Baeza.

Tras la ineludible visita a la Catedral y alrededores se hace necesario un alto en el camino a modo de tentempié, adaptable al horario y gusto de cada cual. Podemos catar la rica repostería zamorana acompañada de un chocolate o infusión en alguno de los obradores que se reparten por la zona histórica de la ciudad o disfrutar de las tapas y pinchos que ofrecen los establecimientos de los alrededores de la plaza Mayor.

MUÉVETE

La Estación de tren de Zamora, punto de llegada del AVE, es un edificio de tipo monumental en cuyas cercanías se encuentra la Estación de Autobuses de la ciudad. Desde la primera, Zamora se comunica con Madrid y con Galicia, larga distancia, y con Puebla de Sanabria y Valladolid, media distancia. Desde la segunda, también con el resto de las capitales castellanas y leonesas y con su propia provincia, llena de pequeños pueblos y de espacios naturales sorprendentes como el Lago de Sanabria, la Sierra de la Culebra, el parque natural de los Arribes del Duero o las Lagunas de Villlafáfila. 

Dentro de la ciudad disponemos de las habituales opciones de transporte público: taxis y autobuses urbanos. El entorno del río cuenta con carril bici, el itinerario Anillo Verde de la ciudad, que la rodea circulando a orillas del Duero desde el bosque de Valorio a la zona de la Aldehuela.

También existe un tren turístico que desde la primavera al otoño recorre toda la ciudad e incluso cruza al otro lado del río, con salida desde la Plaza Mayor.

Sin embargo, Zamora es sobre todo una ciudad que invita a moverse a pie y que cuenta con numerosas zonas peatonales y semipeatonales que permiten pasearla palmo a palmo tomando el pulso a su vida cotidiana y saboreando pausadamente su tranquilidad mientras se admiran sus monumentos, tiendas, bares y plazas.

ALTERNATIVA

Zamora y el Duero son inseparables. Fuente de riqueza para la ciudad en otro tiempo, hoy es uno de sus pulmones verdes y sus márgenes, un espacio de ocio privilegiado para los zamoranos. Paseo por el Duero es un original recorrido por el río en su tramo urbano en el que historia, cultura, paisaje y naturaleza van de la mano. Una visita guiada diferente e inesperada, llena de anécdotas y curiosidades, de enigmas y leyendas que ofrece una mirada nueva y alternativa sobre Zamora, al pie del agua. 

El recorrido incluye algunos ejemplos de su románico más sorprendente y desconocido como las iglesias de Santa María de la Horta, San Claudio de Olivares o Santo Tomé y permite también admirar el tesoro excepcional de la espectacular biodiversidad del río, las impresionantes panorámicas de la ciudad histórica o descubrir el atractivo y desconocido mundo de las aceñas, azudes, puentes, viejas fábricas y tradiciones artesanales.

También podemos conocer una Zamora distinta que no es la del Románico, ni la del Duero o la Semana Santa, ni la ciudad modernista, ni la de la rica gastronomía y buenos vinos, pero que se relaciona con ellas a la perfección. Joven y fresca como el arte urbano es la Zamora que acoge murales y grafitis en muros y lienzos de edificios hasta ahora sin uso.

Así, Claudio Rodríguez, poeta con ruta literaria trazada en la ciudad, se le homenajea a través del mural que hace referencia a su poema "Con media azumbre de vino..." y que aparece en una de las paredes que rodean el mirador del Troncoso, punto de la ciudad para admirar el eterno Duero..

PARA SABOREAR

La gastronomía zamorana tiene su plato fuerte en los productos autóctonos, reconocidos por numerosos marchamos de calidad. El queso zamorano, los garbanzos de Fuentesaúco, las lentejas de Tierra de Campos y los habones de Sanabria, las setas, la ternera de Aliste y Sayago, el lechazo, el chorizo y los embutidos son fruto y resultado del trabajo de una provincia eminentemente especializada en el sector agrario.

Entre las elaboraciones más conocidas y características de la cocina zamorana, además de las tradicionales sopas de ajo, el arroz a la zamorana, condimentado con oreja, hocico y pata de cerdo, y el bacalao a la tranca son las más populares. Saborearlas, acompañados de un buen vino de alguna de las tres denominaciones de origen presentes en la provincia (Toro, Arribes y Tierra del Vino) al que se suma el de Valles de Benavente, es un lujo al alcance del visitante. Los aromas de la repostería zamorana interpelan al viandante en su paseo, obligándole a reparar en los dulces tradicionales: aceitadas, rebojos, amarguillos, cañas zamoranas…

El tapeo o ‘los vinos’ están incluidos en el día a día de Zamora. Encontramos bares con barras repletas de deliciosas tapas y pinchos por toda la ciudad aunque son dos las zonas más frecuentadas: la de los Lobos, en el centro, entre las calles Santa Clara y San Torcuato, y la de la plaza Mayor y la adyacente calle de los Herreros. La ciudad entera se convierte en un escaparate inigualable de la gastronomía local entre los meses de abril y mayo cuando se celebra el concurso De tapas por Zamora. 

NO TE VAYAS SIN

La calle Balborraz es una de las calles más antiguas de Zamora. Hoy es también una de sus calles más fotografiadas. De pronunciada pendiente, empieza en la plaza Mayor y desciende hacia el Duero entre coloridos y singulares edificios.

Debe su nombre a una puerta en la muralla demolida en el siglo XVI, la puerta de la Cabeza, en árabe ‘bab al ras’. La calle compone un cuadro tradicional y artesanal y es escenario de alguna de las procesiones más importantes de la Semana Santa. 

Nos deja a un paso del puente de Piedra, hoy peatonalizado, y nos acerca a la otra orilla del río desde donde la ciudad antigua dibuja su característico perfil contra el horizonte con la Catedral y la muralla en primer plano.

Cerca del puente, y de nuevo en la orilla que duerme bajo la muralla, en la cuesta del Pizarro, se encuentra el Centro de Interpretación de las Ciudades Medievales, un edificio de cristal que aprovecha una hendidura en la muralla, obra del arquitecto Rafael Bérchez.

Además de aprender sobre la génesis de la Zamora medieval y de contemplar una maqueta que recrea el aspecto de la calle Balborraz en esa época, el visitante guardará en su retina la postal del río que se distingue desde el mirador Zen con que cuenta el edificio.

 

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