
Se aprovechó el muro de un edificio moderno que limita el callejón para recrear lo que se supone que se podía ver desde su desembocadura a la plaza: la fachada del desaparecido convento de San Francisco, que fue un auténtico centro de poder en su época. En este convento murió Cristóbal Colón en 1506 y también recibió sepultura Red Hugh O’Donnell, todo un héroe para Irlanda que murió en Simancas mientras esperaba audiencia con el rey Felipe III para solicitar la ayuda española en su gesta.
En 1563 el cronista portugués Tomé Pinheiro da Veiga describió Valladolid como una suntuosa ciudad con unos 400 palacios. Más allá de los imprescindibles patios de los palacios de Santa Cruz, de los Condes de Benavente, de Pimentel o, por supuesto, el Palacio Real, existen edificios de uso comercial, residencial o municipal que aún hoy recuerdan su origen de casa palaciega.
No dudes en asomarte al Palacio de los Alarcón, reconvertido en pasaje que comunica las calles Paraíso y Juan Mambrilla o, en esta misma calle, la Casa de los Zúñiga, hoy centro de la Universidad de Valladolid. Haz un alto en el camino para adentrarte en los patios del edificio del número 9 de la calle Guadalcimero (en la actualidad, bloque de viviendas y locales comerciales), de la Casa de los Gallos (Hotel Imperial) y del restaurante Caballo de Troya, que toma el nombre de la antigua taberna que lo ocupó en siglos pasados.
Ese torrente creativo es obra del vallisoletano de adopción Cristóbal Gabarrón, que apuesta por exprimir el papel social del arte.
La ruptura estética del ‘Barrio del color’ zigzaguea entre las casas más planas de la zona con la paleta más atrevida: los elementos rosas, azules, amarillos, verdes y rojos destacan puertas y ventanas con sinuosas composiciones y alteran las siluetas de las casas molineras para constituir un pequeño oasis de imaginación fuera de las rutas habituales.
La iglesia del Salvador, donde se cuenta que fue bautizado San Pedro Regalado, conserva uno de los enterramientos humanos más antiguos de Valladolid. Bajo el suelo de la capilla de San Juan Bautista se halla un entramado de criptas que datan del siglo XV, parte del cual puede verse gracias al suelo acristalado de la sala, y un valioso osario con numerosas calaveras.
El punto en el que el río Esgueva vierte sus aguas al Pisuerga es uno de los enclaves más valiosos dentro del amplio catálogo de patrimonio industrial que atesora Valladolid: conducido por una serie de esclusas, sus aguas superan un salto de siete metros de altura. Se trata de antigua Central Eléctrica de Linares, más conocida como ‘Fábrica de la Luz’, un proyecto inaugurado en 1932 capaz de producir 172 caballos de fuerza aprovechable.
Pese a la envergadura del proyecto, la vida útil de esta central fue breve, pues en 1976 se acordó su cierre definitivo. La estructura que a día de hoy se conserva mantiene parte de la mecánica que regulaba la producción de energía, así como los embalses colindantes.
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