Valladolid es tierra de vino, de historia, de tapas y… de leyendas. Son muchas las historias singulares que envuelven la ciudad y que tienen como protagonistas a monarcas, fantasmas, e incluso al mismísimo diablo.
Aquí te traemos alguna, para que disfrutes del Valladolid de leyenda en tu próxima visita a la capital del Pisuerga.
Quizás, una de las leyendas más conocidas en Valladolid es la del bautizo de Felipe II. Todo el que llega a la ciudad hace una parada obligada en la Plaza de San Pablo, donde se pueden ver unas cadenas abrazando los barrotes de una ventana del Palacio de Pimentel. La leyenda asegura que el emperador Carlos V decidió sacar al infante por esa ventana para poder celebrar su bautizo en la majestuosa iglesia de San Pablo, ya que de hacerlo por la puerta, Felipe II tendría que haberse bautizado en la parroquia de San Martín. Lo que no es una leyenda, es que se construyó una pasarela desde el Palacio de Pimentel hasta el altar mayor de San Pablo para evitar que sus majestades tocasen el suelo cuando acudían al templo.
Uno de los lugares que mayor número de leyendas atesora en la ciudad es el Puente Mayor. Una de ellas, recogida en un relato de Antonio Martínez Viérgol, narra que esta infraestructura fue construida nada más y nada menos que por el diablo. Cuenta la leyenda que un joven del linaje de los Tovar se enamoró de una muchacha llamada Flor, que vivía al otro lado del río Pisuerga. Un día, cuando el joven se dirigía a un encuentro con su enamorada, se encontró con un miembro de los Reoyo, un clan rival. Ambos comenzaron a luchar con sus espadas y tras herir a su oponente, el joven Tovar intentó cruzar el río en barca, pero una tormenta dañó su embarcación. Ante su desesperación, decide entregar su alma al diablo a cambio de salvarse. La leyenda asegura que en ese momento Satanás surgió de entre las aguas y construyó el puente que actualmente viste el Pisuerga. Eso sí, cuando Tovar cruzó el río, encontró muerta a su amada.
Otra historia narra que la condesa Eylo encargó la construcción del puente, en ausencia del Conde Ansúrez, a un constructor llamado Mohamed. Era un esclavo árabe traído de la conquista de Toledo, pero que planeaba arrebatar la villa de Valladolid. Como venganza decidió construir un puente tan estrecho que dejase a la ciudad a merced de sus enemigos. La historia relata que el conde al regresar, mandó ensanchar la infraestructura que lleva ocho siglos vigilando el curso del Pisuerga.
Y si hablamos de leyendas, no podemos dejar fuera al fantasma más conocido en tierras vallisoletanas. Se trata de la abuela Nicolasa. En concreto, es la abuela paterna del poeta José Zorrilla, que según narró en su obra “Recuerdos del Tiempo Viejo” se le apareció en su casa natal de Valladolid, hoy reconvertida en museo, cuando el autor era tan solo un niño. A día de hoy, la presencia sigue muy presente en la Casa Zorrilla de Valladolid. En su última restauración, en el año 2007, se decidió eliminar de las visitas la llamada habitación de los huéspedes, donde había vivido doña Nicolasa. Los trabajadores de la casa museo cuentan que desde ese momento las luces se apagaban y se encendían solas, desaparecían objetos o se movían de sitio. Todo volvió a la normalidad cuando esa habitación volvió a abrirse a todos los visitantes.
Valladolid es además protagonista de una de las leyendas negras más impactantes que se recuerdan. La del sillón del diablo, una silla que perteneció a Andrés de Proaza, un médico que abrió la primera cátedra de Medicina en España, y lo hizo en el Valladolid de la Corte de Felipe III. Fue condenado a muerte, tras utilizar a un niño de nueve años para sus estudios de anatomía. Antes de su condena, afirmó tener un pacto con el diablo, con quien aseguraba se comunicaba a través del sillón. Según la leyenda, sólo los estudiosos de medicina podrían sentarse en él, mientras que cualquiera que no lo fuera o que buscase destruir ese sillón moriría a los tres días. La silla quedó abandonada en la Universidad, hasta que un bedel la rescató para sus descansos. A los tres días apareció muerto en ella y lo mismo ocurrió con su sucesor. Fue entonces, cuando se decidió colgar la silla boca abajo hasta que se rescató para llevarla al Museo de Valladolid donde se expone, precintada para evitar que nadie se siente.
Estas leyendas han pasado de generación en generación y siguen sorprendiendo a todo aquel que se acerca a empaparse de una ciudad donde cada rincón guarda una historia que merece la pena conocer. Ven a descubrir Valladolid de leyenda.
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