La Catedral de Palencia, que hunde sus raíces en la cultura visigoda, ha sido protagonista de multitud de acontecimientos importantes durante este largo periplo como el nacimiento de la Primera Universidad de España o la boda de los primeros Príncipes de Asturias.

La seo capitalina es el tercer templo más grande de todo el país tras los de Sevilla y Toledo, el único que conserva cuatro estilos arquitectónicos diferentes y alberga en sus muros obras cumbres del arte español como el San Sebastián de El Greco o tan curiosas como la Anamorfosis de Carlos V.

La Catedral de Palencia celebrará durante el año 2021 sus siete siglos de vida con el objetivo de consolidarse como ‘La bella reconocida’, en contraposición al sobrenombre  de ‘bella desconocida’ que durante años ha recibido por parte de todos aquellos turistas que han venido a la capital y se han quedado asombrados no sólo con la imponente planta arquitectónica, sino también con los magníficos tesoros que alberga en su interior.

No en vano, la seo capitalina, que hunde sus raíces en la cultura visigoda, ha sido protagonista de multitud de acontecimientos importantes y hechos curiosos durante este largo periplo, alguno de los cuáles, como el episodio del Rey Sancho III el Mayor y la paralización de su brazo a la hora de alancear el jabalí que se refugió en la actual cripta de San Antolín, forma parte hoy en día de la clave de bóveda sobre la que se sustenta el imaginario colectivo de todos los palentinos.

Cripta de San Antolín

Además de este hecho, que tal y como narra la historia, o la leyenda según para que expertos, supuso la adquisición del compromiso del regente para con el inicio de la construcción del templo, y, por ende, con la restauración de la diócesis palentina, los muros de la catedral de Palencia han sido testigo de otros de vital importancia en la historia de nuestro país.

Entre ellos se encuentra el nacimiento del Studium Generale’ en 1212, considerado por todos los expertos como la Primera Universidad de España y una de las primeras del continente europeo, que se hizo realidad gracias al empeño del obispo Tello Téllez de Meneses y el apoyo del rey Alfonso VIII de Castilla y que contó entre su alumnado con eruditos de la talla de Santo Domingo de Guzmán o San Telmo. O los desposorios de los primeros Príncipes de Asturias, Enrique III de Castilla y Catalina de Lancaster, el 17 de septiembre de 1388, lugar al que los últimos en ostentar el cargo, Felipe de Borbón y Doña Letizia, regresaron el 1 de junio de 2016, ya como Reyes de España, para hacer entrega de los Premios Nacionales de Cultura.

Pero aparte de los relevantes hechos históricos que sucedieron en la seo, declarada Monumento Histórico Artístico Nacional desde el 2 de enero de 1929, esta edificación cuenta con algunas curiosidades tales como que, gracias a su planta de 130 metros de longitud, 50 de anchura en el crucero y 43 de altura en el ábside, se establece como la tercera catedral más grande del país, sólo por detrás de las de Sevilla y Toledo, así como la única que conserva cuatro estilos arquitectónicos diferentes, al confluir el visigótico y prerrománico, ambos en la cripta, el gótico, predominante en el templo, y el neoclásico, además de algún pequeño vestigio románico que sirvió como base para el gran proyecto impulsado por el obispo Don Gómez, cuya primera piedra fue colocada el 1 de junio de 1321, y la última, a cargo del maestro Juan de Jaén, en 1516.

Más allá de lo histórico y arquitectónico, la Catedral de San Antolín alberga en su interior un ingente patrimonio artístico con obras de artistas de la talla de Diego de Siloé o Juan de Ruesga, ubicadas en el trascoro, de Alejo de Vahía, en el sepulcro del Abad de Husillos, de Felipe Bigarny, en la imagen del Salvador ubicado en la Nave del Evangelio, o de Gregorio Fernández, en la capilla mayor, pero quizá de entre todas ellas, hay dos que destacan de forma especial y que se encuentran situadas apenas a unos metros de distancia, en la Sala Capitular.

La primera es el abrumador lienzo realizado por Domenikos Theotokopulos, más conocido como ‘El Greco’, del martirio de San Sebastián, considerada como una de las obras cumbre de uno de los pintores más reconocidos y prestigiosos de los siglos XVI y XVII. Se estima que la obra fue realizada entre los años 1577 y 1578, al poco de su llegada a España y presenta fuertes influjos de la pintura italiana contemporánea, que el pintor había tenido ocasión de conocer durante sus estancias en Roma y Venecia.

Y la segunda es una Anamorfosis de Carlos V, considerado por algunos estudiosos de la materia como el más auténtico de los tres que se conservan en España, y que, mediante un curioso y llamativo efecto de perspectiva, obliga a que el espectador mire a través de un punto preestablecido desde el que la imagen del regente, protagonista del cuadro, cobra una forma proporcionada y clara, convirtiéndose en una mancha totalmente difuminada si se observa de frente.

Pero todo esto es sólo un anticipo, una simple muestra para abrir boca, de todo aquello que la Catedral de Palencia puede ofrecer al visitante. Historia, patrimonio, cultura y arte condensados en una visita que no deja indiferente al que la realiza. Que anima a volver y perderse entre sus múltiples estancias. A admirar detenidamente detalles que pueden pasar inadvertidos de no contar con el tiempo suficiente. En definitiva, a ser partícipe de una trayectoria de 700 años que está escribiendo su último capítulo en estos momentos.

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